Retomo el blog tras más de un año de paréntesis, y es que he tenido la oportunidad de volver al Perú por otra temporada. Esta vez la ciudad donde resido es la capital, Lima, a la que llegué hace cuatro días, y más en concreto, el distrito de San Isidro.
Una de las cosas más llamativas es la permanente garúa, o niebla densa que convierte el cielo en un fondo gris más o menos iluminado según la hora del día. Es decir, no se ve el sol (con unas pocas semanas al año como excepción). Y en consecuencia tampoco hay sombras. Puede parecer una tontería, pero para un arquitecto no lo es tanto: mi amigo y colega Aldo comentaba esta mañana cómo puede llegar a cambiar la percepción de texturas y volúmenes -el espacio de la arquitectura- cuando la luz interviene con toda su fuerza.
Otra de las sorpresas que me he llevado es la cantidad de españoles que hay aquí. En mi rubro, concretamente, hay más de trescientos profesionales con el título habilitado en el Perú (no sé si con Apostilla de la Haya o sin ella), de un total de once mil arquitectos colegiados.